Estos son tiempos difíciles. Ahora, el mundo se ha encogido; no queda ningún lugar donde esconderse o encontrar refugio. Esto es a la vez positivo y negativo: positivo, porque nos obliga a buscar soluciones ya esforzarnos más en comprender la condición humana y entre nosotros; negativo, porque los que no pueden hacerlo se quedan en el camino. Para la espiritualidad, estos tiempos son un llamado a la acción: la necesidad de actualizar y poner en acción nuestra creciente inteligencia; para traer la paz. La persona más sensible busca armonía, dulzura, 'alivio', pero nadie realmente quiere esforzarse o disciplinarse más de lo que requieren nuestros tiempos estresantes. Por eso les advierto a las personas que vienen a mí: con todo el amor que soy capaz de sentir y dar, soy un capataz. Traigo esperanza a través del esfuerzo. Donde alguien podría buscar juguetes, sugiero que los regalen. Sin embargo, no hay abnegación en mi trabajo: solo una apertura de los ojos y una profundización de los sentidos. Mi trabajo se trata de hacer la pregunta: '¿Qué es realmente importante?'. Mi obra trata sobre la alegría que se siente al abrirse una flor, el soplo de esperanza que surge al amanecer, el goce tranquilo del descanso después de un día bien aprovechado. ¿Tenemos que pedir algo más? Pero estas alegrías requieren el esfuerzo de Ser, el deseo de Saber, la sensibilidad dispuesta a Sentir al otro y al todo de la vida. Para sentir, conocer, ver y comprender debes dejar de lado tus juguetes y tus comodidades, pues en el fondo del Ahora, y en el mundo del que muchas veces huimos, está la única satisfacción. Siempre es más que suficiente.